jueves, abril 18, 2024
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Mundial: El esqueleto inteligente dará el saque inaugural

Es calculador. Frío, inteligente. No da un paso en falso nunca. No se lesiona. Cuatro airbags protegen sus rodillas y codos. Mide 1,78 y su peso ronda los 70 kilos. Tiene los pies sensibles como plumas. Cuando camina lo hace suavemente, tanteando el suelo, como si pisara la arena de una playa. No hay otro igual. Es un ejemplar modelo. Único en su especie. La esperanza para más de 25 millones de condenados a sillas de ruedas. Es el hombre de hierro. La estrella no vista (hasta ahora) del Mundial. Un exoesqueleto controlado por la mente.

El jueves, poco antes de las 17:00, hora local, en el Arena Corinthians de São Paulo, un joven parapléjico brasileño se levantará de una silla de ruedas, caminará hasta el centro del campo y dará la patada inteligente al Brazuca, la bola con la que Ronaldo, Iniesta, Messi o Neymar intentarán llevarse el torneo. El 20 Mundial de Fútbol quedará oficialmente inaugurado. En juego no sólo estarán atletas de carne y hueso. También un hombre conectado a una máquina.

Cada uno de los 25 pasos del paralítico elegido, que irá caminando desde la banda al epicentro del rectángulo verde, quedarán para siempre grabados en las retinas de los 3.400 millones de testigos que se estima asistirán al momento de gloria por televisión. «Esos 25 pasos supondrán un gran salto para la humanidad», resume a Crónica el neurocientífico Miguel Nicolelis, padre de la criatura, parafraseando a Neil Amstrong tras pisar la luna.

Y está en lo cierto. El Walk Again Proyect (Andar de Nuevo, el mayor proyecto de ayuda a paralíticos jamás concebido) podría ir mucho más lejos de lo imaginado. Pasen y lean.

Quizás pocos recuerden El hombre de los seis millones de dólares, aquella serie de televisión de los años 70. En ella el astronauta Steve Austin, víctima de un grave accidente de vuelo, era reconstruido, pieza a pieza, en un laboratorio. Además de recuperar el uso de sus piernas, se convertía en veloz como un tren, fuerte como Superman y capaz de ver a través de las paredes. Hoy ya existen seres humanos parcialmente biónicos y el hombre-máquina, encarnado por la saga Robocop, la que más ha estimulado la imaginación de los científicos, ha dejado de ser una quimera. Y entre ellas, la de un hombre de 53 años, bajito, calvo y con barba y aspecto desaliñado, Miguel Nicolelis, uno de los 20 científicos más grandes hoy, según Scientific American.

Lo que van a conocer nada tiene de novela. Es una historia real. Entre un esqueleto robotizado, el que aparece colgado de una percha metálica junto a su autor en la fotografía de la página anterior, y ocho jóvenes paralizados de cintura para abajo tras romperse la médula espinal en sendos accidentes de carretera. La culminación de 10 años de trabajo, 33 millones de dólares invertidos hasta la fecha y 126 investigadores de 20 países elucubrando cómo hacer para que los paralíticos vuelvan a caminar. Incluso que puedan darle con los pies a un balón. «Muchos me llamaron loco. Otros, soñador», se desquita el neurocientífico, quien pocas veces se quita la gorra verde del Palmeiras, «o meu time», su equipo del alma.

A cuatro días de que arranque el Mundial, el exoesqueleto -exo porque va por fuera del cuerpo- está listo para dar la primera patada. De los ocho paralíticos seleccionados, de entre 20 y 35 años, seis han quedado definitivamente descartados. «Hoy, a las 15:30, terminó su caminata el último de los ocho voluntarios. Todos han podido disfrutar de la sensación de estar andando nuevamente». Entonces faltaban 24 días para el puntapié inaugural y Miguel Nicolelis anunciaba la buena nueva en su Facebook. Levántate y anda.

«Esto fue hecho para mí», resumía su experiencia con el exoesqueleto uno de los pacientes cuya lesión de médula le impedía notar y mover las piernas. «Me siento como si estuviera caminando por la playa, como si tocara la arena», contaba otro después de siete meses (desde el 1 de noviembre de 2013) de duro entrenamiento.

-¿Se lo esperaba?

-Lloré como un niño.

-¿De verdad?

-Somos seres humanos como cualquier otro…

La voz se le entrecorta.

-Cuando el primer paciente se echó a andar con el exoesqueleto [dio 18 pasos y tres puntapiés a un balón], los que estábamos allí no pudimos aguantar la emoción.

Hacía más de 30 años, cuando se le ocurrió que tal vez un día él haría caminar a un paralítico, que estaba esperando algo así. «Y hoy estas personas se ponen en pie y hasta sueñan con jugar al fútbol…».

-¿Quien dará la patada inaugural?

-Eligiremos a dos, quizás una chica y un chico, ambos sin movimientos en las piernas. Y de los dos, uno saldrá al campo ante la multitud.

El efecto sorpresa y lo inédito del espectáculo frenan a Nicolelis cuando se le pregunta por nombres, procedencia y edades.

-Lo que sí le puedo decir es que la persona elegida podría salir vestida con la canarinha de la selección de Brasil.

Como el Miguel Ángel del Renacimiento, el brasileño Miguel Angelo Laporta Nicolelis, 53 años, profesor, escritor, filósofo y sabio del cerebro, ha logrado esculpir lo que parecía imposible. «Todos me decían que ésta era una misión imposible, una de esas fantasías de Hollywood». Pero ya en 2003, concluidos varios experimentos realizados en el laboratorio de neurociencias que dirige en Natal, un próspero Estado al noreste del país, Nicolelis demostró que un primate podía controlar los movimientos de un avatar o representación gráfica de sí mismo solamente con sus ondas cerebrales. Había dado con la tecla.

Su equipo se centró en descubrir la manera de usar esas señales para controlar extremidades robóticas. Estaba decidido. El exoesqueleto haría el trabajo que los músculos de las piernas no pueden. Y los movería usando los pensamientos del parapléjico. Desde el cerebro a las piernas y los brazos de la máquina.

El ‘dream team’

«Tuvimos que crear un ambiente de realidad virtual», explica el científico, «con cámaras, pantallas, luces, flashes y mucho ruido, lo que ocurre en un estadio de fútbol». Y el Dream Team de los ocho impedidos luciendo la verde y amarela de los cinco Mundiales ganados.

-Ningún científico ni ningún invento han dispuesto de un escaparate mediático semejante para darse a conocer.

-Somos mucho más que samba, sol y fútbol. Queremos mostrar al mundo otro Brasil, que aquí también somos capaces de hacer la ciencia que no se hace en ningún otro lugar del mundo.

Lo siente, le sale del alma. El Brasil del hombre-máquina que promete asombrar al mundo no es un país pobre. No lo fue nunca. Es un país rico pero lleno de pobreza, demasiada. Más de 57 millones de personas (el 30 % de sus 193 millones de habitantes) sufren necesidades. Casi 40 millones no tienen un puñado de arroz que comer, pese a vivir en la tierra con más carne en el planeta: más cerdos, más vacas, más pollos…, más frutas. Abundancia y miseria. Donde casi 20 millones de personas no saben leer ni escribir. Y más de un millón de niños menores de 13 años trabajan en lugar de estudiar. Donde no es raro ver urgencias de hospitales públicos, como en la bella Rio de Janeiro, cerradas con rejas. Donde a las puertas de las farmacias se forman enormes colas de enfermos que lo primero que preguntan es por el precio de las medicinas, y se van de vacío.

Y en medio de tanta miseria, este asombroso hombre de hierro, uno de los 10 inventos más importantes de 2014, según la revista Nature, fabricado con piezas de plástico moldeadas en impresoras 3D y aleaciones de metal ligeras. Es el Brasil del ingenio. Capaz de colocar dos satélites y un astronauta en órbita, a la vanguardia de la arquitectura, de la química, de la robótica que augura una vida mejor.

-La evolución de los exoesqueletos terminará convirtiendo las sillas de ruedas en piezas de museo.

[Lo mismo opina el experto en robótica Sethu Vijayakumar, de la Universidad de Edimburgo, una de las voces más cualificadas del equipo científico: «Es algo que va a suceder, y que tiene que suceder»].

-¿Se atreve con una fecha, señor Nicolelis?

-En una década, más o menos, se podrá unir el cerebro con extremidades artificiales, manos, piernas, brazos… Y esto se podrá aplicar a enfermos con Parkinson, con esclerosis amiotrófica lateral y otras enfermedades que invalidan a la gente para moverse.

Tras pulir mucho el diseño actual y miniaturizar sus piezas para reducir el peso, el siguiente paso que tiene en mente Nicolelis es ofrecer el esqueleto a la sanidad pública brasileña y que esté al alcance de cualquiera. Para eso su precio tendría que bajar de los 300.000 euros estimados por prótesis.

La fontanería no fue lo más complicado. Lo difícil de resolver, reconoce el visionario científico, fue dar con el software adecuado para que las dos partes, cuerpo y esqueleto mecánico, se entiendan. Las neuronas de la corteza motora del cerebro y el chip implantado en la cabeza, encargado de recoger y enviar las señales al robot, han de funcionar como un sólo organismo, sin cometer errores. Y, según Nicolelis, no se equivocaron.

-Los paralíticos van a tener la sensación de que el exoesqueleto es una extensión de sus cuerpos.

Fue lo que trajo de cabeza a los 126 expertos del Walk Again Proyect, reunidos por el neurólogo brasileño, entre ellos dos tunecinos, dos marroquíes y un afgano, crecido en Italia y formado en Suiza y Estados Unidos.

Fue allí, en la Universidad de Hahnemann, Filadelfia, donde un joven Miguel Nicolelis, entonces con 22 años, se enganchó al estudio de las neuronas. Aquel chico, de familia acomodada de Sao Paulo -su madre, Giselda Laporta, conocida escritora de literatura infantil, y su padre, Angelo Nicolelis, un juez-, ya apuntaba alto. Y en 1994, con sólo 33 años, se puso al frente del Centro de Neurociencias de la Universidad de Duke, Carolina del Norte, donde sigue impartiendo clases y dirige un grupo propio de investigación.

O Doutor (con mayúscula), como lo escriben y le llaman en el Instituto Internacional de Neurociencias de Natal, que también comanda, sabe que el próximo día 12 se la juega a un sólo saque ante miles de millones de espectadores en el campo del Corinthians.

-Los movimientos, el balanceo, la identificación del suelo y la presión de apoyo del exoesqueleto correrán a cargo de sensores ubicados en sus extremidades -añade el investigador. Completan el pack unos giroscopios, a la altura de la cintura, que se encargan de mantener el equilibrio durante la caminata. «Los movimientos -dice- son muy suaves, muy humanos, no parecen los de un robot». Si fallaran, cuatro airbags, instalados en las articulaciones, evitarán que el hombre y la máquina se rompan tras la caída.

Por eso los vídeos tantas veces visionados. Por eso el secreto, la obsesión por el detalle.

Ojo con los móviles

Dos meses atrás, Nicolelis y algunos colegas del grupo se dedicaron a ver en directo partidos de fútbol. También en el Arena de São Paulo, donde debutará ante el mundo el exoesqueleto, convertido para el Mundial en un Gran Hermano. Un entramado de cámaras y sensores seguirán palmo a palmo lo que allí ocurra sobre el cesped.

Y a Nicolelis lo que le preocupaba era la radiación de los teléfonos móviles de las multitudes. Quería saber si interferirán en su obra. Si podrían hacer que sus conexiones nerviosas se descontrolen.

Pero las pruebas fueron alentadoras. Una sorpresa. Las posibilidades de que el robot pierda el equilibrio y se venga abajo a por las ondas de los móviles aparentemente son escasas.

«A la hora señalada [las 17:00 del día 12], mi gorrita del Palmeiras va a estar en mi cabeza, no hay problema», se despide entre sonrisas Miguel Nicolelis. Tiene prisa. Su otra faceta, la de escritor, le reclama. En El mayor de todos los misterios, su obra más futurista, teoriza sobre cómo sería controlar todo un tipo de máquinas con la imaginación.

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