miércoles, abril 24, 2024
Espectáculos

Patricia Miccio, la mujer elegante y sensible que jamás dejó de luchar

 

Madrugada del 6 de abril de 2011. Patricia Miccio dormía en su piso del barrio de Palermo, cercano a la avenida Del Libertador. Un suspiro terminal pudo con su vida, luego de más de 10 años del primer diagnóstico de cáncer de mama que la convirtió en una abanderada de la prevención y la concientización. Aquella noche el final la sorprendió, nos sorprendió, como suele hacerlo la expiración que, aún con sus signos anticipatorios, es siempre inesperada. No bienvenida. La modelo y animadora televisiva se había aferrado a su familia, a su inquebrantable fe religiosa y al amor por la vida que tuvo hasta el último segundo de su existencia. Tenía solo 56 años. Y mucho más para ofrecer.

Fue una representante de la resiliencia que jamás se dio por vencida, nunca claudicó ni mutó su amorosa sonrisa en una mueca de fastidio. Jamás. No dejó de sonreír ni de hacer gala de una coquetería de esas sostenidas en el buen gusto y la sobriedad. Había transitado las pasarelas durante años hasta que, en 1987, el productor Ernesto Sandler depositó en ella la confianza para que condujera Utilísima, el mítico programa dirigido a las mujeres heredero del pionero Buenas tardes, mucho gusto.

Patricia Miccio era de la estirpe de mujeres bellas, elegantes por naturaleza y educadas. De esa generación de top models que fusionaba el arte del diseño prêt-à-porter o la alta costura, con el refinamiento de su propio andar. Teresa Calandra, Teresita Garbesi, Mora Furtado, Teté Coustarot, Nequi Galotti, Evelyn Scheidl, Adriana Costantini, Anamá Ferreira, Raquel Satragno, integraban ese seleccionado de chicas que ponían el foco en el trabajo; poco y nada exponían de su vida privada; y lejos estaban de involucrarse en algún conflicto de repercusión en la opinión pública. Eran otros tiempos, más benévolos sin redes sociales. La discreción de estas chicas era innata, pero también las grandes casas les marcaban el paso para que nada las apartara del glam y cierta dosis de misterio. Otros tiempos en los que Lucía Miranda fue pionera de esa raza con pocas representantes en el hoy.

Miccio, junto a su hijo Francis y su novia de entonces

 

Ella parecía tenerlo todo. Fama, dinero, belleza, amor de pareja, hijos, amigos. Era querida en el medio y los escándalos jamás la rozaron. Una rara avis mediática. “Daba la sensación de ser la mujer perfecta, la super woman. Y, sin embargo, el cáncer se cruzó en mi camino para resignificarlo todo”, confesó alguna vez.

 

Lección de vida

El marido de Patricia Miccio hablando sobre su enfermedad

Cuando a Patricia Miccio le detectaron el cáncer de mama, la dinámica familiar mutó. Como es lógico. Sin embargo, ella se empeñó en que las alteraciones fueran lo menos traumáticas posibles. “Siempre supe que me iba a curar”, dijo al superar la primera tanda de quimioterapia. Más de una década después, cuando la enfermedad volvió a minar su cuerpo, la conductora ya confesaba con realismo: “No creo que pueda tener una remisión total, cada tanto, seguramente, deberé hacerme algunas sesiones de quimio”.

En los 12 años que transcurrieron desde el primer e impiadoso diagnóstico hasta su fallecimiento, Patricia se convirtió en una comprometida divulgadora de los métodos preventivos, los autocontroles femeninos y el siempre certero consejo de la visita temprana al médico. “A mí me salvó la rapidez con la que me traté”, dijo.

Actitud y aceptación para enfrentar la enfermedad fue el título adecuado que eligió para su libro. Un volumen en el que depositó su experiencia personal imbuida en una atmósfera de esperanza inquebrantable. En 2000 fue elegida mujer del año por COAS y dio charlas por todo el país relatando su experiencia, lejos de la morbosidad y el lucro; y muy cerca de la ayuda y la mano extendida para apoyar a quien transitaba por lo mismo. Incluso, estuvo al frente de un especial sobre el tema emitido por el canal Discovery Home & Health.

Con gran entereza y seguridad, se mostró siempre en público. Con apliques o pelo corto. “Sin peluca me quedo solo en mi casa”, explicaba. Hizo de la aceptación una actitud. “Si no mencionamos la enfermedad, queda enquistada. Por eso prefiero decir abiertamente lo que tengo. Lo digo y me lo digo”.

 

La Fe

 

Patricia era una católica de notable convicción. Su enfermedad la acercó mucho más a la religión, al punto tal de convertirse en una asidua concurrente a misa. La Virgen María era su faro. A ella le rezaba cada noche antes de acostarse y no se privaba de ingresar a los templos vacíos durante el día. No solo para rogar por su salud. Cuando las cosas anduvieron mejor, también agradecía. “El silencio de una iglesia me reconforta, me siento más cerca de Dios en ese lugar”.

Tal fue siempre su seguridad espiritual que se convirtió en conductora de Todos santos, un ciclo anclado en las experiencias de fe. La chica de tapa no desentonaba a la hora de expresarse como animadora o acercarse a la práctica del periodismo. Aquel programa la exponía humana y sensible. Así se mostró siempre, dando por tierra el prejuicio que vinculada belleza con liviandad. Con regularidad, asistía a encuentros con mujeres de diversas religiones para orar. Estaba convencida que Dios estaba donde uno lo buscase, más allá de cualquier rótulo.

Patricia Miccio tuvo dos grandes amores: Louis Btesh, con quien tuvo dos hijos: Francis y Axel. El matrimonio se truncó en 2003. Un año después, formó pareja con Alberto Vijnovsky, un gran compañero en sus últimos días. El, sus hijos, sus hermanas, fueron el bastón para transitar el final. Era común verla caminar por Palermo en familia. Tomarse su café y honrar la vida a más no poder.

Susana Giménez, Oscar González Oro y Laurencio Adot, entre los famosos que fueron a despedir los restos de Miccio

 

En su último verano en Punta del Este, mostró signos de ciertas desmejoras. “Ya no era la misma Patricia de siempre”, había dicho su amiga Nequi Galotti en la señal de C5N, en referencia a algunos momentos compartidos durante la última temporada estival en Uruguay, lugar al que regresaba una y otra vez. Hasta el final hizo un culto de la amistad. Era una gran compañera y cosechó lo que sembró. Su despedida en un cementerio privado de Pilar contó con numerosas figuras del ambiente y, sobre todo, con ese ramillete de amigos que valoraban sus cualidades humanas y lloraban su temprana ausencia.

Quien firma estas líneas la entrevistó en varias oportunidades y con diversas excusas: como conductora de Utilísima; en el lanzamiento del ciclo El rosa y el azul por Gems Televisión; y hasta por casualidad como una tarde de verano, donde cronista y camarógrafo se cruzaron azarosamente con la animadora en la puerta de un local de diseño que había montado en Punta del Este. Luego del saludo de rigor, apareció la solicitud de una entrevista no pautada, una de esas charlas que surgen sin previa producción. Aceptó inmediatamente. No necesitaba producirse porque hasta la túnica veraniega, las sandalias estivales y la cara con suave maquillaje le quedaban tan bien como el vestido más costoso de Gino Bogani. Sin vueltas se dispuso a conversar. Así era Patricia Miccio, una mujer que hizo de la simpleza su sello de identidad y de la elegancia exquisita, una marca de buen gusto. Se la extraña. Con ella, la televisión perdió un tipo de conductora necesaria y útil. (LN)

 

 

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