viernes, marzo 29, 2024
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El desgarrador relato del padre del rugbier que murió atropellado por su novia

“Te quiero mucho, no estás solo en esto”. Esas fueron las últimas palabras que Miguel Fortunato recuerda haberle dicho a su hijo Genaro, el rugbier que el pasado sábado falleció tras ser atropellado por su pareja a la salida de un boliche en San Rafael.

Fue después de una charla donde el joven le confirmó a su padre que iba a tener un hijo con una ex novia de la adolescencia. “Genaro me contó que iba a ser papá. Me dijo que tenía miedo y le contesté que podía contar conmigo. Después me llamó para decirme que había decidido hacerse cargo de su hijo”, relató Miguel.

Se lo nota entero, aunque por dentro está destruido. “Esta semana fue una locura”, asegura el hombre en un bar del centro de San Rafael, donde aceptó hablar con Clarín y definió a su hijo como “un sol, un pibe macanudo”.

“No puedo ser objetivo cuando hablo de Genaro”, admite el hombre que hace fuerzas para no llorar. “Siempre estaba con una sonrisa y lleno de amigos. Era el que empezaba la joda en las reuniones familiares. Buena gente, de buena madera”, lo recordó este ingeniero que da clases en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y hace trabajos particulares.

El sábado a las 8 había salido a realizar un servicio a una yesera cuando recibió un llamado de Fausto, otro hijo. “Me dí cuenta que había lío”, afirma y cierra los ojos, como queriendo olvidar ese momento.

En medio del dolor, la noticia de que será abuelo por primera vez “mitiga el daño”, como definió la llegada del niño en los próximos meses. “De una aceptación formal de mi nieto pasé a una aceptación casi fanática. Va a ser un pendejo malcriado”, sentencia y esboza una sonrisa esperanzadora. “Voy a tener un pedacito de mi hijo conmigo, quiero que nazca ya”, dice ansioso.

A Julieta Silva, la mujer de 29 años presa por atropellar y matar a su hijo, no la conoce. “Pero sabía que estaban saliendo por comentarios de mis otros hijos”, reconoce Miguel, quien no tiene aún las fuerzas necesarias para involucrarse de lleno en la causa judicial. “No tengo los huevos para ver el expediente”, dice con franqueza.

Genaro vivía con su madre y era el más chico de cuatro hermanos. Fausto, un año mayor, también juega al rugby en el club Belgrano y formó parte de selecciones nacionales. Sus padres están divorciados y ambos formaron nuevas relaciones.

“Muchas veces discutíamos (con Genaro) porque pretendía que pensara y viviera como yo quería. Pero no era un pibe conflictivo, por eso dudo que haya bajado del auto para pelearse. Sólo pretendo saber la verdad y que el culpable pague lo que corresponde. Si pasó lo que dijeron los testigos, la pena máxima del código penal es perpetua. Y está bien”, manifestó el ingeniero que tenía a Genaro como ayudante en sus trabajos particulares.

La charla fue interrumpida por un amigo, que se acerca a la mesa, lo abraza y le da fuerzas. “¿Cómo estás?”, le pregunta. “Tratando de…”, responde Miguel, sin poder terminar la frase. Luego regresa al relato: “Ahora me apoyo en mis hijos y mis hijos se apoyan en mí. Les digo que debemos recordar a Genaro con una sonrisa, no con lágrimas”, concluyó.

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