viernes, abril 19, 2024
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José Pekerman, líder de un sueño

 Algunos dicen que es de Villaguay. Otros, que es de Gualeguay. A él le cuesta contradecirlos porque sabe lo que representa para la gente del interior su pueblo. El tema es que ahora miles de colombianos aseguran que es de Bogotá, o de Cali, o de Barranquilla, o de Manizales. Pero José Pekerman nació en un hospital del pueblito entrerriano de Villa Domínguez y se crió en Holt Ibicuy. Una región que albergó a los primeros contingentes de colonos judíos, allá por finales del siglo XIX. José es nieto de abuelos ucranianos. Y justamente uno de ellos siempre le contaba que tenían algún grado de parentesco con Gregory Peck, porque por aquellos sufridos años de la inmigración, parte de la familia se había dirigido hacia América del Sur y otros se habían embarcado para los Estados Unidos. Quizás haya algo de fábula en la historia, pero muchos creen que el actor, fallecido en 2003, era hijo de un tío abuelo de José, que antes de ser popular aparecía en los diarios como Peck… erman.

A José hoy le apuntan los reflectores de Colombia, que se siente protagónica en una gran película y por eso le tiende a Pekrrman la alfombra roja: después de 16 años de olvidos y postergaciones, ha vuelto a ser animadora de un Mundial. Pero el hombre que de chico era hincha de Boca y en sus relatos infantiles se autodenominaba Rojitas, analiza el final del partido contra Costa de Marfil pensando en su Argentina. “Me acordé, me acordé. se me vino la imagen a la cabeza. Contra ellos, en Alemania 2006 también ganábamos 2 a 0, esa vez descontó Drogba y en el final sufrimos”. Pero volvió a ganar José para sacarle lustre a un invicto mundialista que encadena siete estaciones (5 triunfos y dos empates) entre 2006 y 2010. Números que ni pueden mostrar algunas campañas que terminaron alzando la Copa del Mundo.

A Colombia le costó asumir el control del juego y sólo se sintió cómoda cuando explotó los espacios. Pudo ponerse en ventaja en el primer tiempo, pero Teo Gutiérrez se perdió un gol increíble. Enseguida, en el complemento, la intuición de Pekerman leyó lo que le pedía el encuentro: Juan Quintero por el improductivo Ibarbo para asociarse con el siempre intrépido James Rodríguez. La defensa africana concedió espacios y Colombia lastimó. Primero con un cabezazo de James para ganarle de cabeza un córner al ingresado Drogba. Después, al aprovechar, James, Teo y finalmente Quintero una de las tantas pérdidas de Costa da Marfil. Yaya Toure, astuto y aplomado, se sintió demasiado solo.

Por primera vez en la historia de los mundiales Colombia ganó dos partidos consecutivos y ya se metió [O QUEDO A UN PASITO] en los octavos de final. Cuando a Pekerman le mencionan que su Colombia hace olvidar a aquella generación gloriosa de los 90, la de Valderrama, Rincón y Valencia, invita a la mesura: “El recuerdo de ellos es imborrable. Nosotros estamos escribiendo nuestra historia; no debemos apurarnos para encontrar la justa medida. En el fútbol nada es definitivo”. José intenta bajarle unos grados a la fiebre amarilla. pero es imposible. El presidente de la Nación, Juan Manuel Santos, recientemente reelecto, estuvo ayer entre los miles de compatriotas que establecieron un aforo récord en la historia del estadio Mané Garrincha (68.748), y al final del encuentro se le ocurrió alentar un mandato presidencial de Pekerman en el futuro. “Lo tomo como una expresión risueña, como una muestra de cariño”, respondió José. Que no llegará a presidente, pero bien podría haber sido un diplomático de carrera.

Sin Falcao, con Bacca lesionado, James Rodríguez es el emblema en la cancha. Y lo asume con valentía, visión de juego, pegada de media y larga distancia y compromiso en los retrocesos. Pero para él, el secreto se llama Pekerman: “Es la persona que más ha influido para este momento de Colombia. Ha sido vital y fundacional desde que llegó”. James tenía apenas 6 años la última vez que Colombia participó de un Mundial, en Francia 98. Y es la mejor manera de graficar a un plantel que está lidiando bien con la falta de experiencia en las grandes citas.

José pide enfocarse y sólo pensar en el próximo choque con Japón. El rápido descuento de Gervinho, que dibujó una maniobra fantástica, invadió de tensión el estadio. Costa de Marfil expuesta y Colombia a gusto con las réplicas, pero le faltó justeza para evitar la angustia del final. José está orgulloso, pero no se engaña. Nunca se mareó. Jugó entre 1969 y 1974 en Argentinos y por poco tiempo no alcanzó a compartir el vestuario del Bicho con esa aparición de la que ya todos hablaban: Diego Maradona. Era un volante derecho de ida y vuelta, una rueda de auxilio, casi una definición sobre el sentido colectivo que luego les iba a imprimir como DT a sus equipos. Colombia es el esfuerzo de todos, con cierta dificultad para protagonizar los partidos, pero sagaz para encontrar las hendijas del juego.

En el 75 Pekerman se fue a Millonarios de Bogotá, y poco más tarde, con sólo 26 años, se transformó en un ex jugador. La rodilla derecha precipitó el final de su carrera y, de repente, se encontró patrullando las calles de Buenos Aires a bordo de un Renault 12 que convirtió en taxi. El jugador se despidió como apareció el entrenador: sin estridencias, sin prestarse a polémicas y sin montarse a operaciones desembozadas. Será porque José siempre creyó más en los consensos a puertas cerradas que en los reflectores mediáticos. Aunque por estas horas sea el personaje público más aclamado de un país desbordado de emoción. De una Colombia que se suma a un antiguo debate y asegura que Pekerman nació alli.

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