viernes, abril 19, 2024
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Bryanna: las pericias médicas confirmaron que no tiene “lesiones genitales” recientes

Miriam Reganzani pudo fumar su primer cigarrillo en paz, hoy a media mañana en la rampa de ambulancias de la guardia del hospital Piñero, zona de Flores. Su hija Bryanna esperaba sentada en una camilla, en una sala fuertemente custodiada. “Lo importante es que está viva y está bien”, aseguró Miriam a Infobae. “Hace días que venían diciendo que estaba muerta. Ahora está viva. Si le van a hacer pericias, cámara Gesell, análisis, no lo sé. Ahora nos damos besos y abrazos”, asegura Reganzani, rodeada de madres de la escuela religiosa a la que mandaba a su hija, el colegio Nuestra Señora de Lourdes. Es, en cierta forma, un alivio.

Bryanna había aparecido esta mañana frente a un McDonald’s cerca de la esquina de Bonorino y Rivadavia, luego de cinco días de desaparición. La adolescente se acercó a una ambulancia privada estacionada en la vereda, se identificó como la joven que había estado desaparecida, con nombre y apellido. El ambulanciero llamó rápidamente al 911, con intervención de efectivos de la Comisaría N°38 de efectivos de la Policía de la Ciudad. Bryanna fue enviada de urgencia al Piñero, su familia fue notificada de inmediato. Su padre, Guillermo Nájera, se enteró en pleno móvil de televisión. Su madre, gracias a la guardia periodística en la puerta de su casa. Personal del Ministerio de Seguridad bonaerense acompañó a Miriam a ver a su hija en el hospital. El reencuentro fue en la camilla de la guardia, con llanto, aseguran testigos.

¿Qué ocurrió en los cinco días de su desaparición? ¿Bryanna le relató qué pasó a su madre? Fuentes de la investigación apuntaron a Infobae que la adolescente habría afirmado ser raptada “en un auto negro” y abusada en una casa a oscuras. Miriam cierra los ojos al oír esto. “No quiero tocar el tema”, dice, tajante: “Solo me importa que me hija está bien”.

La fiscal del caso, Andrea Pinal, titular de la UFI N°9 de La Matanza, esperaba del otro lado junto a casi 20 familiares y amigos. Su orden al llegar fue tajante: nadie debía interrogar a la joven. “Conténganla”, pidió la funcionaria. La declaración en el contexto de una cámara Gesell en donde Bryanna podrá narrar qué ocurrió durante su desaparición no será inmediata. Poco después del mediodía, efectivos de Policía Científica de La Matanza llegaron al Piñero convocados por la fiscal, psicólogos y médicos encargados de hacer los primeros análisis para determinar si a simple vista sufrió, por ejemplo, abusos sexuales, exámenes que todavía no habían ocurrido al cierre de esta nota poco antes del mediodía.

Poco después del mediodía, los resultados de estas pericias médicas se conocieron. Fuentes de la investigación confirmaron que la joven no presentó lesiones genitales traumáticas de reciente data, no había heridas ni en su vagina ni en su ano.

Los primeros testimonios de quienes vieron a Bryanna en la guardia del Piñero apuntaron que la joven no se veía “confundida” o “fuera de sí”, sino que estaba “tranquila, en tiempo y espacio”. La ropa que llevaba era otro dato llamativo: era el mismo conjunto escolar de jogging verde, el uniforme de gimnasia del Nuestra Señora de Lourdes que tenía al momento de desaparecer, el cual consta en el sumario por averiguación de paradero que su familia inició en la Comisaría 1° de Villa Madero.

El uniforme, sin embargo, no se veía sucio, dañado, de acuerdo a esta fuente, lo mismo las zapatillas que calzaba. Bryanna, también de acuerdo a estos testigos, no presentaba ninguna lesión visible, ningún golpe o rasguño en la cara o en sus manos. Su piel no estaba sucia, su pelo tampoco, no se veía graso.

Que Bryanna haya aparecido en la esquina de Bonorino y Rivadavia, a poca distancia de la Villa 1-11-14 del Bajo Flores, tiene un eco particular que agita el fantasma de la trata de niñas y adolescentes. El caso de Layla, la joven de la comunidad peruana desaparecida dos veces en el asentamiento, la última vez en octubre del año pasado tras salir de su escuela, se emparenta con esta lógica. Según su padre, Sergio, la joven pudo reconocer un mes antes de su última desaparición al hombre que la habría raptado la primera vez: lo vio mientras sufría una violenta golpiza en una esquina de la Villa. Su segunda desaparición había tenido otro preludio. Layla también se había decidido a declarar en cámara Gesell luego de nueve meses de terapia. Iba a contar todo.

El fiscal Adrián Giménez y su par Horacio Azzolin, titular de la UFESI, la Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia bajo la esfera de la Procuración, habían comenzado a investigar en aquel entonces una serie de casos de grooming y pedido de material en el asentamiento del Bajo Flores. La madre de una chica de 15 años, parte de la comunidad peruana, denunció el hostigamiento sistemático a su hija a manos de dos usuarios de Facebook que le exigían a la menor que les envíe fotos sin ropa y hasta intentaron obligarla a filmar videos con desconocidos.

No fue la única: otras tres conocidas de la primera menor habían recibido mensajes de los mismos usuarios. Un perfil aparentemente falso le escribió a la hija de la denunciante, con el nombre de otra chica del barrio, asegurándole que a su madre “le habían pegado un tiro” por no enviar los videos requeridos. Esto se suma a la reciente desaparición y reaparición de una niña en el barrio. Para los fiscales Giménez y Azzolin, el entramado de extorsiones y perfiles de Facebook habría tenido un vínculo directo con el primer secuestro de Layla.

Por lo pronto, el fiscal Marcelo Colombo, titular de la PROTEX, el ala de la Procuración que investiga la trata de personas, ya requirió información sobre la desaparición de Bryanna.

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