viernes, abril 26, 2024
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El relato de Martín Seefeld sobre la muerte de su mejor amigo en el atentado de la AMIA

 

El 18 de julio de 1994 a las 9.53 murieron 85 personas en el atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) y las vidas de sus familiares y amigos cambiaron para siempre. Una de las personas que se vieron afectadas de cerca por el hecho fue Martín Seefeld: su mejor amigo falleció aquel día.

En Telefe Noticias, Seefeld recordó el hecho y contó que él mismo tuvo que reconocer el cuerpo de su gran amigo, llamado Fabián Schalit. “Aprendí a convivir con esto”, aseguró.

Según su relato, el día anterior al atentado se habían juntado a ver la final del mundial del ’94 y se quedaron todo el día charlando, hasta las dos de la mañana del lunes 18 de julio. “Fue increíble porque pasó una cosa rarísima y premonitoria. Me invitó a ver el partido, solos. En un momento estábamos comiendo una pizza tirados en el piso y me agarró y me dio un beso. No en la boca, sino en una mejilla. Fue de la nada y muy largo, a mí me incomodó”, dijo.

Un mes después de lo sucedido el actor se dio cuenta de que aquel beso fue una despedida: “Me dio un ataque de llanto en Libertador. Tuve que parar el auto porque no podía parar de llorar. Me di cuenta y dije: ‘Mirá este hijo de puta cómo…’ Porque fue realmente de la nada. Fue un beso que vos decís ‘uff, le pintó una que yo no conocía’. Casi que me reía de la situación. Y después me di cuenta de que no era así”.

Volviendo al relato de aquel 18 de julio por la madrugada, un rato después de despedirse, falleció el abuelo de su amigo. Horas después, él moriría en el atentado junto a su hermano, llamado Pablo.

“El papá de mi amigo perdió a su papá y a sus dos hijos en cuatro o cinco horas. La verdad que en ese beso entendí que se había despedido. Aprendí mucho de eso: a no estar enojado y no tener odio con las cosas sino a esperar a que la Justicia llegue”, manifestó uno de los protagonistas de Los Simuladores.

Emocionado al recordar aquel momento, uno de los más difíciles de su vida, contó que se enteró de lo sucedido cuando lo llamó, desesperada, la esposa de Fabián. Él no entendía qué sucedía porque todavía no se había enterado del atentado. Pero ni bien recibió la noticia se dirigió a la AMIA. Se quedó siete días allí, buscando desesperado a su amigo, hasta que finalmente lo encontraron.

“El papá me pidió que lo reconociera yo. Fue un aprendizaje muy profundo y, bueno, aprendí a convivir con todo esto”, confesó Seefeld. Y agregó: “Aprendí a seguir para adelante, a seguir peleando, a entender la vida sin el otro, a rescatar lo que tenía de él y a convivir con el dolor, que no es poco”.

“Fabián era un ser extraordinario. Un hermano, un chico entrañable, con una enorme alegría de vivir. Estaba en plenitud, formando su familia”, dice Seefeld. Habla siempre en un tono pausado. Las respuestas le salen espontáneas y naturales pero, en algún momento de su repaso, es como si los recuerdos lo golpearan demasiado.

Admite que la posibilidad de que en algún momento se encuentre y sancione a los culpables del atentado le traería algo de alivio. Asume como consuelo dos momentos: cuando Fabián lo besó mientras miraban la final del Mundial y cuando él hizo lo mismo ante el cuerpo despedazado de su amigo.

Parece percibir, en cada oración, cada mirada, cada gesto, que es probable que la bomba no se vaya nunca. A esta altura, ya parece imposible removerla. Sólo queda vivir acompañado al pasado. El dolor no desaparece, quedó para siempre.

 

 

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