martes, abril 23, 2024
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Mafalda cumple 50: las siete claves que la definen y la hicieron emblemática

Porque mira el mundo con ojos infantiles, sigue desconcertando y haciendo sonreír a las nuevas generaciones; sus apuntes sociales, su filoso sentido común, su filosofía espontánea y sus observaciones cautivan a grandes y chicos.

La nena cumple 50 años, y el mundo al que con tanto esmero ha intentado curar hoy gira, para decirlo de forma más o menos gentil, directamente para atrás. Pero Mafalda no fracasó en su doméstica/gigante gesta de casi una década librada desde su trinchera de tinta y papel. De ser así no hubiera llegado hasta nuestros días con argumentos aún fértiles ni seguiría siendo objeto de reverencia para todo un abanico de generaciones, acá y en los más de treinta países en los que se publicó.

Porque las cosas a fin de cuentas no nos salieron del todo bien y porque, como sostiene Quino, repetimos los mismos errores históricos una y otra vez es que su gran aniversario la encuentra tan actual, con sus soquetitos blancos como recién estrenados.

Mafalda es denuncia y reflexión. Pero en su esencia, entendida como su identidad frente a la experiencia, se disponen estratégica, virtuosamente, una serie de contextos secundarios que terminan de definirla para hacerla emblemática para los millones de fanáticos que tiene en todo el mundo.

  1. Filósofa ilustre

Quino decía, modesto, que las ideas le llegaban de pronto, como regaladas. Al mismo tiempo creaba, por ejemplo, una viñeta en la que un hombre desesperado le imploraba a su médico: “Por terrible que sea quiero saber la verdad, doctor, ¿es ser humano una enfermedad incurable?”. El filólogo español José Manuel Hinojosa Torres sostiene que esa pregunta, sin ningún tipo de respuesta, es la que determina todo el recorrido en la carrera del dibujante: “Su forma de ver el mundo en ningún momento es inocente. Tiene una mirada ácida, corrosiva, propia de alguien que ha contemplado al ser humano en toda su amplitud y ha decidido que éste carece por completo del más absoluto de los sentidos”.

El espíritu filosófico de Mafalda se forja a partir de esta tribulación. Pero la nena lo excede y, para tragedia de sus atribulados padres, con cuyos razonamientos no se deja contaminar, transforma en globitos de diálogo las grandes dudas existenciales del ser humano.

2. Una metáfora de los 60

En los contundentes, definitorios, años 60, Mafalda aún no tenía aparato de TV. A Susanita la increpaba: “¿Soy un bicho raro por no tener TV?”. Eran tiempos de Beatles, guerra, armas nucleares, racismo, comunismo, ideales y feminismo. Sus planteos y dilemas eran propios de toda la generación que atravesaba esa década agitada, pero que todavía permitía la esperanza. Quino manifestaba la incertidumbre de esos días que prometían cambiar la Historia apelando a metáforas, alegorías y estereotipos. Así como la sopa fue símbolo del abuso de los poderosos, Susanita representaba el deseo casi vulgar por lo extremo de conseguir marido para ser madre de muchos hijitos, y Manolito era la versión vernácula del capitalismo que se venía.

  1. Retrato de la clase media

“La familia es la base de la sociedad”, lee Miguelito. Entonces se pregunta, compungido: “¿La de quién? La mía no tiene la culpa de nada”. La clase media es el terreno natural de la tira. Pero en ese microcosmos social de barrio porteño en los 60 cada personaje estaba diferenciado por su ideología y vicisitud generacional. Mafalda era la abanderada de una clase media argentina que se había creído lo que le habían prometido y exigía que le cumplieran las promesas. Su padre, empleado de una compañía de seguros, y su madre, un ama de casa colapsada, nadaban en la resignación. Es la niña la que tira al aire, como granadas para esos papás sin respuestas, sus deseos de que las cosas vayan mejor.

  1. El feminismo

“Si debía inventar un personaje, debía tener rasgos muy reconocibles, como esa mata de pelo. A medida que la publicaba fui conociéndola”, contó Quino sobre las horas de creación de Mafalda. En ese punto primario tal vez ignoraba a dónde llegaría la agudeza de la pequeñita. Como cuando le pregunta a Raquel, luego de pasearse por la pila de ropa que ésta tiene para lavar y planchar: “Mamá, ¿qué te gustaría ser si vivieras?”.

Mafalda nació en tiempos en que Betty Friedan ponía en debate la situación de la mujer a través de su Mística de la feminidad, libro publicado en 1963 y premio Pulitzer un año después. Pero en su cosmos de San Telmo compartía techo con una madre que abandonó la facultad para dedicarse a la familia, y vereda con Susanita, la chismosa obsesionada con una prole descomunal.

  1. Cintura política

El desembarco en Vietnam, la Noche de los Bastones Largos y la fuga de cerebros, la amenaza china, Fidel, la Guerra Fría… Mafalda se dibujaba mientras el mundo cambiaba al compás de estos sucesos. Las referencias políticas en la tira, sin embargo, y según Quino, “siempre fueron más bien de una política de la condición humana, no de ciertos regímenes”. De chico había vivido la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial, el fascismo y la Guerra de Corea. Estos dramas marcaron su infancia e influyeron en su obra. Inclinado hacia un socialismo renovado como opción al capitalismo que reprobaba en sus viñetas, su Mafalda, simple y contundente, molestó a gobiernos, sufrió censura y debió optar por transmitir sin decir. Ridículo, varias veces fue tomada prestada por los mismos autoritarios a los que denunciaba. En cierta ocasión recibió desde España un sticker de Guille levantando una bandera franquista.

6. Según los ojos de una niña

“Se trata más de meter el bisturí que de hacer cosquillas”, sostuvo siempre Quino para reforzar el carácter incisivo de la tira y alejarla de la simple carcajada. Aunque la leen los más pequeños y la protagonista es una nena, las niñitas de primaria no andan, como ella, desquiciando a sus padres con dudas existenciales. Apenas nacida para publicitar electrodomésticos, al dibujante se le antojaba como una chiquitina caprichosa. Cuando empezó a publicarse con más regularidad tuvo que aprender a escucharla. Umberto Eco la definió como “una heroína iracunda que rechaza el mundo tal cual es, reivindicando su derecho a seguir siendo una niña que no quiere hacerse cargo de un universo adulterado por los padres”.

  1. De hoy y de siempre

Para Quino, el presente sigue siendo impresentable: “Si bien me halaga que se siga leyendo, también es triste pensar que los temas de los que hablaba Mafalda aún existen”. Si la dibujara hoy, dice, discutiría de sida, ecología y manipulación genética con el ardor de siempre. Pero igual que las Mafaldas de hoy, gracias a Internet y las redes sociales, la suya estaría mejor informada que su niña primigenia de los 60. Por lo pronto, nuestra porteñita internacional hoy les sacaría ventaja a sus escasas sucesoras, empezando por la superdotada idealista Lisa Simpson. Su propio mito vaya para donde sea que vaya el mundo la va a seguir reafirmando.

LA NIÑA ETERNA, EN TRES EXPOSICIONES

Mientras su padre intelectual es reconocido en todo el mundo, aquí, en su ciudad, Mafalda sigue dando muestras de vigencia

El mundo según Mafalda

Exposición con varias secciones sobre el personaje y su autor, enfocada en temas de la vida cotidiana. Hasta el 30 de noviembre, en la Usina del Arte, Caffarena y Pedro de Mendoza.

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Quino por Mafalda

Retrospectiva que exhibe una selección destacada de la producción del autor y que podrá verse hasta el 15 de noviembre en el Museo del Humor, Av. de los Italianos 851, Puerto Madero.

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Mafalda en su sopa

De bocetos a imágenes de los grafitis pintados en las calles, la muestra reconstruye el proceso de producción y circulación de la tira. Hasta diciembre,en la Biblioteca Nacional, Agüero 2555.

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