miércoles, mayo 1, 2024
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Misterio por la desaparición del cadáver del ex presidente iraquí Sadam Husein

 

En su pueblo natal de Auya, el mausoleo que albergaba la tumba de Sadam Husein es ahora un cúmulo de ruinas y cemento, y un profundo misterio rodea el paradero de los restos del ex presidente iraquí.

En la madrugada del 30 de diciembre de 2006, primer día del Aid Al-Adha, la más importante fiesta del calendario musulmán, era ahorcado el hombre que dirigió Irak con mano de hierro durante un cuarto de siglo.

Su ejecución fue celebrada por los chiitas, pero supuso una verdadera humillación para los sunitas, sobre todo para quienes habitaban su pueblo natal, a 160 km al norte Bagdad.

El presidente estadounidense George W. Bush aceptó personalmente que un helicóptero norteamericano transportara el cuerpo de Sadam de Bagdad a Tikrit.

El jeque Manaf Ali al-Nida, alto dignatario de la tribu de los Abu Nasser, a la que pertenecía Sadam Husein, guarda aún como una reliquia la carta que su familia tuvo que firmar.

En torno al mausoleo, tampoco queda nada de las tumbas de los hijos del dictador, Udai y Qusaim, y de su nieto, muertos en julio de 2003 por los estadounidenses, asi como la de su primo “Ali el Químico“, ahorcado por la muerte de miles de kurdos.

El Hashd, que tiene la custodia del mausoleo, asegura que fue destruido “por la aviación iraquí” ya que, según responsables de esta formación, yihadistas del grupo Estado Islámico (EI), que ingresaron en Auya en 2014, habían colocado a francotiradores en los techos y acosaban a las fuerzas iraquíes que vinieron a desalojarlos.

 El jeque Al-Nida no cree en esta versión, pese a que “no sabemos nada de Auya desde que tuvimos que irnos, en contra de nuestra voluntad”. “La tumba fue abierta y luego dinamitada”, dice.

Desde la caída del dictador en 2003 y luego su ejecución tras ocho meses de caza al hombre, y de un histórico juicio, “sufrimos opresión, ya que somos sus allegados” relata a la AFP, en el Kurdistán iraquí, donde se encuentra ahora instalado.

“¿Es normal que paguemos semejante precio por que somos de la misma familia?” se lamenta este hombre, que porta una kufiya y está ataviado con un manto de abaya que recubre su larga túnica blanca. (AFP)

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