miércoles, abril 24, 2024
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No faltan arrepentidos, lugares ni nombres: falta la plata

ESCRIBE RICARDO ROA – PERIODISTA (*).

Hay tantas cosas que pasan que en la mezcla las cosas que más importan pueden valer igual que las otras o pueden pasar de largo. Son tantos los arrepentidos que cualquiera pierde la cuenta. Y son tantas las confesiones que no se sabe bien qué ha dicho cada uno. Les cuesta hasta a los que siguen el caso día a día. Es increíble las cosas que cuentan, que han aparecido y que siguen apareciendo. Y es más increíble que haya gente que las niegue o que las minimice. Que crea que es una operación política y una operación mediática inventadas para distraer, para tapar la crisis económica. Ni siquiera aceptan que hay como hay de las dos cosas.

Pocas veces se ha puesto al desnudo una trama de corrupción en la obra pública en la que se conoce por boca de los propios protagonistas quiénes pagaron las coimas, cómo funcionaba el sistema y quiénes fueron los intermediarios y los que cobraron. Habrá algunos cuántos que aún mostrándoles filmaciones como los bolsos nocturnos de López o los fajos del hijo de Báez en La Rosadita seguirán negando la realidad. Para los creyentes ciegos, nunca habrá prueba que refute su fe.

Pero está casi todo y en el casi que falta, falta una pieza central: cómo se blanqueó la montaña de plata y dónde está oculta la plata. El Estado pagaba en pesos y los empresarios cobraban y pagaban a los funcionarios en pesos. En algún lugar esos pesos cambiaban de color y ya verdes se metían en bolsas. Eso también fue un operativo muy grande. Como el de una lavandería industrial.

De todos los actores, los principales son tres. Uno es Carlos Wagner, a quien De Vido entregó las llaves de la Cámara de la Construcción y que reveló con precisión de inge- niero cómo se montó la operación. Al igual que las ligas de rematadores, las empresas se repartían las obras. Tenían que devolver el adelanto de entre un 10% y un 20% del presupuesto y estaban autorizadas a usar el IVA para comenzar a trabajar. También debían aportar un porcentaje de cada factura. Wag- ner dijo sin vacilar que él era el garante de esos retornos y que los retornos iban a De Vido y después, sugirió, a Olivos o a la Recoleta.

Otro actor principal es Juan Manuel Abal Medina, jefe de ministros de Cristina y quien admitió que recibía plata de esas coimas en la Rosada. No pudo negarlo: un secretario su- yo, Larraburu, llevaba registro de cuánto entraba y de cuánto salía: anotaba cada pago de Abal a otros funcionarios. Las planillas Excel fueron encontradas en dos pendrives que su secretario olvidó sacar de la escena.

Y el tercer protagonista es un protagonista imprevisto: Claudio Uberti, del riñón de De Vido y que manejó los negocios de Kirchner con Chávez, un tanto olvidados. Enojado por el abandono, Uberti contó cosas que llegan directamente a los dos Kirchner. Algunas dispararán o empujarán otras causas, como el lavado de plata con los hoteles del sur. Uno de ellos, Los Sauces, fue alquilado por la fuerza al empresario Relats.

Lo que se sospechaba o se sabía sale a la luz. Una parte del peronismo prefiere mirar para otro lado y ayuda a Cristina a bloquear la Justicia. También la ayudaron dos laderos del Papa con el argumento de que lo importante no es Cristina sino lo que expresa Cristina. Hay que defenderla para evitar que se destruya el kirchnerismo como movimiento popular. ¿Qué movimiento popular puede construirse sobre la corrupción?

No faltan arrepentidos, lugares ni nombres. Falta la plata y saber dónde los pesos se hacían dólares.

(*) Nota publicada en la edición de Clarín del jueves 16 de agosto de 2018.

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